"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo".
Oscar Wilde

domingo, 3 de agosto de 2014

Sin algodón

Sin algodón
El algodón caía interminable por la fisura abierta sobre las costuras de sus brazos. Despavorido, el oso de peluche huía de las espeluznantes sombras con manos de tijeras que se dibujaban contra la fachada de los edificios aquella noche.
Al igual que en una pesadilla, el hedor del miedo ascendió, quemándole la nariz.
El “chast-chast” de las tijeras retumbaba en sus oídos.
En aquellas metrópolis tan grandes, no había lugar para los seres hechos de hilo y algodón. La voracidad de los filos de sus tijeras terminaría por romper del todo sus costuras, vertiendo su sensible contenido sobre el asfalto. Innumerables y diarios eran los cuerpos de osos que, como él, aparecerían rotos mañana en brazos de la cruel ciudad de gris metal.
Sus blandos pies se pararon en seco frente al callejón.
Presa del pánico, se giró, saliendo de aquella encerrona los más rápido que pudo, dejando un rastro blanco tras de sí. Llevaba mucho tiempo escapando de las crueles garras que todo lo ensombrecían. Y ese día no sería diferente.
Lo conseguiría.
Esquivando con maestría las fauces de acero de aquellas tijeras, corrió hacia otra de las callejuelas, perdiéndose en la penumbra que lo acogía.

Luis Antón

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