"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo".
Oscar Wilde

viernes, 8 de agosto de 2014

El oso de Alicia

El oso de Alicia
En silencio, el hilo cayó sobre la pata descosida del oso de peluche. Sin apenas mover la cabeza para que Alicia no se percatase la miró fijamente. Sus ojos oscuros la contemplaban con cierta tristeza intentando evitar los recuerdos que tanto daño le hacían.
Alicia se giró hacia su oso.
Hacía tanto tiempo que no estaba entero que los recuerdos de tardes enteras jugando con ella habían comenzado a disiparse. A duras penas podía recordar cuando jugaban a perseguir a un conejo imaginario en ese mundo inventado donde sólo ellos podían acudir. Todas su grandes aventuras en el jardín donde, acechados por el misterioso gato del vecino, corrían huyendo de las continuas amenazas de su malvada tía con su delantal rojo.
Embriaga en sus propios recuerdos se levantó como hipnotizada.
Con una decisión que hacía años no tenía, la aún joven Alicia comenzó a coser la pierna del oso de peluche con una callada sonrisa. El tacto del hilo saliendo de la suave pata del peluche parecía transportarla directamente a su infancia.
Pronto escuchó los pájaros.
Acabó de coser.
Entonces, un ritmo muy conocido comenzó a sonar. El “tic-tac” del reloj llenó toda la habitación

Luis Antón

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