Símil de recuerdos
La
cálida mirada que lo acogió parecía brillar más que el propio sol, arrancando
de sus labios una tímida sonrisa. Dos seres opuestos y encontrados en las más
desiertas orillas de lo desconocido. El castillo de arena, al igual que ellos
mismos, parecía relucir bajo los penetrantes rayos de luz, coronando la
tranquila orilla, apenas perfilada por unas suaves olas.
Tomó su mano, sintiéndose segura y, al mismo tiempo,
vulnerable. Sus dedos se entrelazaron casi por instinto. Llamado por el océano
de su mirada, emergió hasta las profundidades de su alma. Con un penetrante
silencio, la marea comenzó a ascender, adentrándose cada vez más en la tierra,
lamiendo los alrededores de la sólida fortaleza.
El rugido del mar contra las afiladas rocas quedó
sellado bajo la pasión de sus labios. La avidez de sus cuerpos se teñía entre
los silbidos de la abrasadora brisa. Gloriosa, la estructura sobre la orilla se
alzaba desafiante ante las cautas olas que la enfrentaban. Por un instante,
creyó ser metal cuando sólo fue arena.
Los gritos quedaron difusos entre las corrientes
frías de la decepción. Ausente de calidez y delicadeza, intentó agarrar su
muñeca, pero ella retrocedió inflexible sobre la arena. Sin previo aviso, la
desgarradora fuerza de las olas comenzó a moldear con braveza la estructura del
castillo, diluyendo sus muros de arenisca con amargo salitre.
Silencio. El sonido de las gaviotas recordaba lo que
una vez fueron sus voces, jurando palabras de amor y futuro bajo la imperante
mirada de la marea y sus infinitos confines. Subió una cruel ola hacia la arena
blanca de la playa, borrando el último rastro de sus huellas, sumiéndolos en el
olvido de cuantos quedaron sepultados bajo ella.
Luis Antón.
"Si doy un paso más, será lo más lejos que he estado de mi casa en mi vida"- Samsagaz Gamyi
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