"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo".
Oscar Wilde

domingo, 15 de febrero de 2015

Viejos sueños


Viejos sueños

Bajo la intensa luz de la tarde, el resonar de unos pasos parecía eclipsar cualquier sonido existente. Aquella conocida calle tenía un aspecto diferente al que recordaba. Como en un leve murmullo, los rastros de viejos graffitis parecían relatarle una vez más todos los momentos que vivió en aquel mismo sitio.
Irrumpiendo poderosamente en su ensimismamiento, el sonido de una conocida risa pareció acariciar su cabello junto con la tímida brisa. Ante ella, el atisbo de un viejo dolor de juventud se irguió con fuerza rompiendo los abismos del tiempo y el espacio.
Se pararon en seco el uno frente al otro.
Apenas podían reconocerse con aquellas oscuras ropas de oficina y el semblante serio. Sus tiempos de rebeldía habían quedado ya relegados a sólo la energía de su memoria.
Sin poder evitarlo, en un perpetuo silencio, sus ojos comenzaron a recordar más allá de sus aspectos.
A medida que la viveza de los viejos graffitis cobraba renovadas energías para reconstruirse, todo el entorno bajo sus pies parecía cambiar. Las viejas paredes grisáceas cubrieron su suciedad para dejar pasar a su lustro de antaño.
Acariciada por los rayos del sol, sus rostros parecieron desdibujar sus marcados perfiles para evocar a la redondez de la adolescencia. Ante él, su cabello recogido en aquel pulcro recogido comenzó a alborotarse hasta caer por su espalda. Desdibujándose los rectos pantalones dejaron descubrir sus largas y torneadas piernas con una falda corta. A ojos de ella, la oscura chaqueta que él portaba se tiñó de negro a vaquero, de suelto a ajustado. La gomina que daba brillo a su pensado peinado se evaporó como el agua tras días de sol, devolviéndole su recordado aspecto desenfadado.
— Lena– dejó escapar como si de un suspiro se tratase admirando a la chica de sus recuerdos–, ¿dónde has estado? Hace ya tanto que no nos veíamos que apenas puedo creerlo.
— Adri– murmuró ella sin ser realmente consciente de lo que decía, mirándolo como el que contempla a una antigua ensoñación–. Sólo vine a pasar unos días con mis padres, llevaba años sin regresar.
La tenue fragancia de sus recuerdos le devolvió el atractivo de la sonrisa de Adrián, quien, a sus ojos, se mostraba con aquel aspecto tan liviano y divertido que tantos momentos le había hecho vivir hacía un tiempo. No pudo evitar devolverle la sonrisa como siempre había hecho.
Sin tomar pasos demasiado apresurados, comenzó a acercarse a la dulce muchacha de la mirada tan brillante. La tensión de sus cuerpos comenzó a descender a medida que la distancia se acortaba entre ambos. Probablemente ambos mentirían si no confesasen el haber fantaseado con este momento al menos en la soledad de la imaginación.
— ¿Te acuerdas?– dijo él mientras señalaba a la pared con una media sonrisa.
Haciendo un movimiento quizá demasiado lento y dudoso, Lena giró su cuello hacia el muro al que señalaba.
Colorido. Todo era colorido sobre aquella pálida pared de barrio. Las pintadas con todos aquellos nombres ya borradas por el tiempo podían verse ahora con franqueza ante sus ojos. Entre ellas una debido a su color rojo. Las iniciales de lo que una vez fue una promesa se vieron reflejadas en sus pupilas y también en parte de su viejo corazón de adolescentes.
— Ahora eres toda una señorita de ciudad, ¿no?– inquirió él con una voz muy jovial y divertida.
Al igual que en un golpe de tráfico, la verdad pareció impactar contra el rostro de la joven.
Jamás olvidaría esa tarde lluviosa donde tuvo que despedirse de todos para emprender su camino lejos de los límites de aquel pueblo perdido. Su sueño de poder hacerse un hueco en la capital yendo a la Universidad, por primera vez, estaba al fin al alcance de sus dedos. Los oscuros ojos del chico de sus recuerdos no tenían ni un atisbo de la ilusión que ahora presentaban. Cuando ella decidió dirigirle una mirada a través del cristal del coche de su padre, rumbo a la capital, creyó ver en ellos algo sombrío, frío y roto que desde hacía algún tiempo rondaba ya entre los dos.
Un sueño por otro sueño.
La pintura roja que daba forma a sus iniciales pareció caerse de la pared como sucio polvo. De pronto, la viveza de aquella estrecha calle comenzó a palidecer ante el resurgimiento de su deplorable estado actual. La sensación del sutil baile de su melena suelta en el viento desapareció progresivamente hasta recuperar la rigidez de su recogido.
— ¿Lena, estás bien?– irrumpió la voz del muchacho en sus pensamientos.
Le dirigió una rápida mirada.
Aquel altivo joven que una vez conoció seguía estando ante ella pero con un aspecto muy diferente. Su cabello desenfadado volvía a estar recogido en una torpe capa de gomina y su cara antes imberbe volvía a estar cubierta de vestigios de un afeitado rápido y mal apurado.
— Periodista– corrigió ella, recobrando la compostura mientras alzaba la cabeza con orgullo–. Soy periodista, no una señorita de ciudad. Y soy Elena, ya no me gustan esos diminutivos, Adrián.
— ¿Periodista?– se burló él en tono jocoso–. ¿Me has cambiado por esa tontería? Si te hubieses quedado habrías podido trabajar de encargada en el bar de mi padre. Tú y tus tonterías de irte de aquí.
El aura fría, sombría y rota volvió a pesarle de nuevo sobre los hombros a medida que lo escuchaba. Aquel amor con el que fue retratado el rojo de sus promesas había sucumbido a ser polvo viejo y resbaladizo. Ni vestigios de aquel vivo color podían ya notarse en aquellas grisáceas paredes de su infancia.
— Buenas tardes, Adrián– dijo Elena emprendiendo de nuevo el camino en dirección a casa de sus padres–. Ha sido un placer verte después de tanto tiempo.

Luis Antón.

2 comentarios:

  1. Igual podrías haber elegido otra profesión que distancia más a Lena de su pasado, porque al fin y al cabo el periodismo ayuda a la gente a conocer la realidad. Un oficio más frío hubiese sido más acertado.
    Aún así creo que es de los mejores relatos que te he leído y me gusta mucho el tono y la atmósfera que has creado. Enhorabuena.

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  2. Tienes razón respecto a lo de la profesión. Tendría que haber sido algo más económico y no tan social.

    ¡Gracias por leerlo!

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