"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo".
Oscar Wilde

jueves, 19 de febrero de 2015

Umbrío



UMBRÍO
El crujir de sus propios pasos resonaba por la estancia, poniéndole los vellos de punta. Todo estaba ensombrecido. Al final de la habitación podían vislumbrarse unas ajadas cortinas que se balanceaban tímidamente al compás del viento, dejando entrever por sus resquicios unos débiles claros de luz.

Armada de coraje, la intrépida chica caminaba hacia el viejo cortinaje, haciendo ignorar el sonido de sus propias pisadas contra el polvoriento suelo de la estancia. Pero no estaba sola.

De pronto, cientos de sombras  aparecieron por las paredes, descubriéndose bajo ellas cuerpos blancos, fríos e inhumanos. Aquellos seres de actitud brava y enfadada parecían cernirse sobre ella para agarrarla con su polvorienta piel de trapo.

Asustada, la chica comenzó a correr hacia la ventana. Tenía que alejarse de esas siluetas: aunque de forma inconsciente, la luz que se filtraba por aquellos antiguos cristales parecía brindarle protección frente a esas siluetas tan horribles que jugaban a atraparla. No obstante, la persiana estaba casi echada y atascada.

Tras ella, unos grotescos pasos retumbaban a lo largo del cuarto.

¿Eran las figuras acercándose?

Con un fuerte grito tiró de la cuerda, elevando la persiana e iluminándolo todo a su alrededor. Un halo de verdad pareció dejar ver más allá de la simple suciedad.

— ¡Elena, te he dicho mil veces que no juegues aquí!—exclamó la voz de su padre, tras ellas. La niña se giró, aún aterrada—. ¡Espero que no hayas destapado ni un mueble del salón!

Luis Antón

1 comentario:

  1. "Tras ella, unos grotescos pasos retumbaban a lo largo del cuarto"

    Muy tuyo xD

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