UMBRÍO
El crujir de sus propios pasos resonaba por la
estancia, poniéndole los vellos de punta. Todo estaba ensombrecido. Al final de
la habitación podían vislumbrarse unas ajadas cortinas que se balanceaban
tímidamente al compás del viento, dejando entrever por sus resquicios unos
débiles claros de luz.
Armada de coraje, la intrépida
chica caminaba hacia el viejo cortinaje, haciendo ignorar el sonido de sus
propias pisadas contra el polvoriento suelo de la estancia. Pero no estaba sola.
De pronto, cientos de sombras aparecieron por las paredes, descubriéndose
bajo ellas cuerpos blancos, fríos e inhumanos. Aquellos seres de actitud brava
y enfadada parecían cernirse sobre ella para agarrarla con su polvorienta piel de
trapo.
Asustada, la chica comenzó a
correr hacia la ventana. Tenía que alejarse de esas siluetas: aunque de forma
inconsciente, la luz que se filtraba por aquellos antiguos cristales parecía
brindarle protección frente a esas siluetas tan horribles que jugaban a
atraparla. No obstante, la persiana estaba casi echada y atascada.
Tras ella, unos grotescos pasos
retumbaban a lo largo del cuarto.
¿Eran las figuras acercándose?
Con un fuerte grito tiró de la
cuerda, elevando la persiana e iluminándolo todo a su alrededor. Un halo de
verdad pareció dejar ver más allá de la simple suciedad.
— ¡Elena, te he dicho mil veces
que no juegues aquí!—exclamó la voz de su padre, tras ellas. La niña se giró,
aún aterrada—. ¡Espero que no hayas destapado ni un mueble del salón!
Luis Antón
"Tras ella, unos grotescos pasos retumbaban a lo largo del cuarto"
ResponderEliminarMuy tuyo xD